viernes, 19 de septiembre de 2014

Una respuesta veloz

Hace dos entradas me preguntaba cómo puede ser que desde la llegada del Neolítico nadie hubiera intentado cultivar la tierra sin dañar su fertilidad hasta el siglo XX con los planteamientos de la permacultura. Y curiosamente a los pocos días me llegó sola la respuesta. Pues claro que se ha intentado, y resulta que la permacultura no es tan moderna...

He estado leyendo un libro llamado Colapso -Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen- de Jared Diamond, que no puedo más que recomendar. El libro hace un recorrido por algunos episodios de la historia de la humanidad en los que diferentes civilizaciones separadas entre sí en el tiempo y en el espacio han desaparecido o han sufrido un colapso por causas medioambientales. Algunas desaparecieron por no saber adaptarse a un cambio climático, como los vikingos de Groenlandia, otras murieron de éxito, no sabiendo parar o cambiar sus actividades o razón de ser cultural, cuando se estaban agotando sus recursos, como los polinesios de la isla de Pascua. No me voy a extender en explicar el libro pero la verdad es que lo recomiendo para entender lo que puede pasarle a nuestra civilización cuando el petróleo barato empiece a escasear, si no sabemos parar a tiempo y coger otra trayectoria.

Sin embargo, el libro no trata sólo de catastrofismos sino que también nos cuenta casos de éxito, de sociedades que supieron ver el problema que tenían encima y fueron capaces de resolverlo. Eso siempre da esperanza.

Me centro en uno de los casos de éxito que se exponen en el libro, el de las tierras altas de Papúa-Nueva Guinea. Se cree que la agricultura empezó a ser practicada por el ser humano de manera independiente en 8 lugares de nuestro planeta, tal y como se ve en el siguiente gráfico y unos de los primeros fue esta gente (el punto naranja encima de Australia), junto con el creciente fértil de Mesopotamia y la zona de Baluchistán en Pakistán donde en la excavaciones arqueológicas de Mehrgahr hay indicios de cultivo de trigo y cebada sobre el 7000 a.C.




Archivo:Foyers de l'agriculture .es.jpg
Lugares de la Tierra donde la agricultura apareció de manera independiente

La gente de las tierras altas de Papúa-Nueva Guinea también tuvo que enfrentarse con la desforestación que va aparejada a la agricultura, que siempre ha robado espacio a los árboles, y, probablemente, se encontraron con la erosión subsiguiente. Al no tener estas gentes tradición escrita, no sabemos cómo fueron sus debates ni el camino que trazaron las nuevas ideas para cambiar de una agricultura "abrasiva" a otra sostenible. He querido hacer un resumen pero ¡es tan interesante! así que os lo copio todo y el que no quiera leer mucho, se puede centrar simplemente en el texto en negrita:


Por tanto, cuando los aviones fletados por biólogos y mineros sobrevolaron por 
primera vez el interior de la isla en la década de 1930, sus pilotos quedaron 
sorprendidos al ver que bajo ellos se extendía un paisaje transformado por millones de 
personas anteriormente desconocidas para el mundo exterior. La imagen se parecía a la 
que ofrecían las zonas de Holanda con mayor densidad de población: amplios valles 
abiertos con pequeños grupos de árboles, divididos hasta donde la vista alcanzaba en 
huertos claramente delimitados por canales de regadío y drenaje, pronunciadas laderas 
en terraza que recordaban a Java o a Japón y aldeas rodeadas por empalizadas 
defensivas. Cuando otros europeos prosiguieron con los descubrimientos realizados 
desde el aire por los pilotos, averiguaron que los habitantes eran agricultores que 
cultivaban taro, plátano, ñame, caña de azúcar y batatas, y que criaban cerdos y pollos. 
En la actualidad sabemos que los cuatro primeros de estos cultivos principales (más 
otros de menor importancia) fueron domesticados en la propia Nueva Guinea, que las 
tierras altas de Nueva Guinea constituían uno de los únicos nueve núcleos de 
domesticación de plantas del mundo y que allí se ha estado practicando la agricultura 
durante aproximadamente siete mil años; todo ello lo convierte en uno de los 
experimentos activos más duraderos del mundo en lo que a producción sostenible de 
alimentos se refiere. 

Para los exploradores y colonizadores europeos los habitantes de las tierras altas de 
Nueva Guinea parecían “primitivos”. Habitaban chozas de paja, vivían en guerra 
permanente, no tenían reyes ni jefes siquiera, carecían de escritura y no llevaban 
ninguna o muy poca ropa aun cuando hiciera frío o lloviera mucho. Carecían de metal y 
fabricaban sus utensilios con piedra, madera y hueso. Por ejemplo, talaban árboles con 
hachas de piedra, cavaban los huertos y las acequias con bastones de madera y luchaban 
entre sí con lanzas y flechas de madera y cuchillos de bambú. 

Esa apariencia “primitiva” resultaba engañosa, puesto que sus métodos agrícolas son 
sofisticados, hasta tal punto que los ingenieros agrónomos europeos aún no comprenden 
por completo en algunos casos cuáles son las razones por las que los métodos de los 
habitantes de Nueva Guinea funcionan y por qué las bienintencionadas innovaciones 
agrícolas europeas fracasaron allí. Por ejemplo, un asesor agropecuario europeo quedó 
horrorizado al comprobar que, en un huerto de batatas de Nueva Guinea situado en una 
pendiente acusada de una zona húmeda, los canales de drenaje estaban trazados en 
vertical bajando por la ladera en línea recta. Convenció a los aldeanos de que 
enmendaran ese espantoso error y en su lugar dispusieran los canales de drenaje de 
forma horizontal siguiendo las curvas de nivel, según establecían las buenas prácticas 
europeas. Atemorizados por él, los aldeanos reorientaron la dirección de sus canales, 
como consecuencia de lo cual el agua se acumuló en los canales y en las siguientes 
lluvias torrenciales un desprendimiento de tierra arrastró ladera abajo la huerta entera 
hasta el río. Precisamente para evitar ese resultado, mucho antes de la llegada de los 
europeos los agricultores de Nueva Guinea comprendieron las ventajas de los canales de 
drenaje verticales dada la pluviosidad y las condiciones del suelo de las tierras altas. 
Esa es solo una de las técnicas que los habitantes de Nueva Guinea desarrollaron 
mediante ensayo y error a lo largo de miles de años para cultivar en territorios que 
recibían hasta diez mil milímetros de lluvia anuales, con terremotos frecuentes, 
deslizamientos de tierras y (en alturas elevadas) escarcha. Para preservar la fertilidad del 
suelo, sobre todo en las zonas de alta densidad de población en las que era 
imprescindible que los períodos de barbecho fueran cortos o incluso se cultivaba de 
forma permanente para obtener alimento suficiente, recurrieron a todo un abanico de 
técnicas, además de la silvicultura, que expondré a continuación. Añadían al suelo hasta 
cuarenta toneladas por hectárea de maleza, hierba, viejas vides y otra materia orgánica 
que ejerciera de abono. Incorporaban a la superficie del suelo mantillo y fertilizantes 
compuestos por desperdicios, cenizas, vegetación arrancada de los campos en barbecho, 
troncos podridos y excrementos de pollos. Cavaban canales en torno a los campos para 
rebajar el nivel de la capa freática e impedir que se anegaran, y trasladaban a la 
superficie del suelo los desperdicios orgánicos desenterrados al excavar los canales. Los 
cultivos de leguminosas que retenían el nitrógeno de la atmósfera, como las judías, se 
alternaban con otros cultivos; esta era una invención del principio de rotación de 
cultivos generalizado en la actualidad en la agricultura del Primer Mundo para mantener 
los niveles de hidrógeno del suelo, pero que Nueva Guinea descubrió en realidad de 
forma independiente. En las laderas con mucha pendiente los habitantes de Nueva 
Guinea construyeron terrazas, erigieron barreras para retener el suelo y, por supuesto, 
eliminaron el exceso de agua mediante los drenajes verticales que despertaron la ira de 
aquel ingeniero agrónomo. Una consecuencia de la dependencia de todo este conjunto 
de métodos especializados es que, para aprender a cosechar con éxito en las tierras altas 
de Nueva Guinea, es necesario criarse en una aldea durante años. Mis amigos de las 
tierras altas que pasaron su infancia lejos de su aldea para forjarse una educación 
descubrieron al volver a ella que no estaban capacitados para cultivar los huertos de la 
familia, ya que habían perdido las oportunidades de dominar un inmenso cuerpo de 
conocimiento complejo. 

La agricultura sostenible en las tierras altas de Nueva Guinea plantea problemas 
difíciles no solo en lo que se refiere a la fertilidad del suelo, sino también en lo relativo 
al suministro de madera, ya que ha sido necesario talar bosques para establecer huertos 
y aldeas. La forma de vida tradicional de las tierras altas dependía de los árboles en 
muchos aspectos, como, por ejemplo, para obtener tablones con los que construir casas 
y vallas, madera para fabricar herramientas, utensilios y armas, y combustible para 
cocinar y calentar las chozas durante las noches frías. En un principio, las tierras altas 
estaban cubiertas de robledales y hayedos, pero miles de años de cultivo han dejado las 
zonas arboladas más espesas (sobre todo el valle de Wahgi, de Papua Nueva Guinea, y 
el valle de Baliem, en el territorio indonesio de la isla de Nueva Guinea) deforestadas 
por completo hasta la cota de los 2.500 metros. ¿De dónde obtienen los habitantes de las 
tierras altas la madera que necesitan? 

Ya el primer día que estuve de visita en las tierras altas, en 1964, vi en aldeas y 
huertos arboledas de una variedad de casuarina. Conocidos también como “carpes” o 
“caquis”, las casuarinas son un grupo formado por varias docenas de especies de árboles 
cuyas hojas recuerdan a las agujas de los pinos y son originarios de las islas del 
Pacífico, Australia, el sudeste de Asia y el África tropical oriental, pero que en la 
actualidad han sido introducidas de forma generalizada en muchos otros lugares gracias 
a que su madera es al mismo tiempo muy fácil de cortar y muy dura (de ahí su nombre 
inglés, ironwood, “madera de hierro”). Una especie autóctona de las tierras altas de 
Nueva Guinea, la Casuarina oligodon, es la única que varios millones de habitantes de 
las tierras altas cultivan a escala masiva trasplantando los plantones que han brotado de 
forma natural junto a las riberas de los ríos. De forma análoga, los habitantes de las 
tierras altas plantan algunas otras especies de árboles, pero la casuarina es la 
predominante. La escala a la que trasplantan casuarinas en las tierras altas es de tal 
magnitud que en la actualidad se la denomina “silvicultura”, el cultivo de árboles, en 
lugar del cultivo de granos de la agricultura convencional {silva, ager y cultura son las 
palabras latinas para denominar al bosque, la tierra y el cultivo, respectivamente). 
Solo muy poco a poco los silvicultores europeos llegaron a apreciar las peculiares 
ventajas de la Casuarina oligodon y los beneficios que los habitantes de las tierras altas 
de Nueva Guinea obtenían de sus arboledas. La especie crece muy rápidamente. Su 
madera es excelente para la construcción y como combustible. Los nódulos de sus 
raíces, que retienen el nitrógeno, y la abundancia de hojas que deja caer incrementan los 
niveles de nitrógeno y carbono del suelo. Por tanto, las casuarinas que se cultivan 
intercaladas en los huertos que se explotan mejoran la fertilidad del suelo, mientras que 
las que se cultivan en huertos abandonados reducen el tiempo de barbecho destinado a 
restablecer la fertilidad de ese lugar antes de que se pueda plantar una nueva cosecha. 
Las raíces retienen el suelo en las laderas empinadas y con ello reducen la erosión. Los 
agricultores de Nueva Guinea afirman que los árboles reducen de algún modo en los 
huertos las plagas de escarabajo del taro, y la experiencia indica que cuando hacen esa 
afirmación, al igual que otras muchas, están en lo cierto, si bien los ingenieros 
agrónomos no han descubierto todavía el fundamento del proclamado poder 
antiescarabajos de este árbol. Los habitantes de las tierras altas también dicen que 
valoran sus arboledas de casuarina por razones estéticas, porque les gusta el sonido del 
viento entre sus ramas y porque los árboles dan sombra a la aldea. Así, incluso en los 
valles abiertos, de los que ha quedado eliminado por completo el bosque original, la 
silvicultura de la casuarina permite que una sociedad dependiente de la madera continúe 
prosperando. 

¿Cuánto tiempo han estado practicando la silvicultura los habitantes de las tierras 
altas de Nueva Guinea? Las pistas que siguen los paleontólogos para reconstruir la 
historia de la vegetación de las tierras altas han sido en esencia las mismas que las ya 
expuestas para la isla de Pascua, el territorio de los mayas, Islandia y Groenlandia entre 
los capítulos 2 y 8: el análisis de los depósitos de sedimentos de marismas y lagos en 
busca de polen identificable en los niveles inferiores a los de las especies de plantas que 
lo producen en la actualidad; la presencia de carbón vegetal o partículas carbonizadas 
procedentes de incendios (ya sean naturales o provocados por los seres humanos para 
limpiar terrenos); la acumulación de sedimentos que indique erosión tras la eliminación 
de los bosques; y la datación mediante radiocarbono. 

Resulta que Nueva Guinea y Australia fueron colonizadas por primera vez hace unos 
46.000 años por seres humanos que se desplazaban hacia el este en balsas o canoas 
procedentes de Asia a través de las islas de Indonesia. En aquella época, Nueva Guinea 
todavía formaba una unidad de masa continental con Australia, donde hay constancia de 
la llegada de los primeros seres humanos en numerosos lugares. Hace 32.000 años, la 
aparición de carbón vegetal, fruto de incendios frecuentes, y el incremento de polen de 
especies de árboles de las que no hay bosque en relación con las especies de árboles de 
bosques indican que las tierras altas de Nueva Guinea ya recibían la visita de seres 
humanos que, según parece, iban a cazar y a recoger bayas de pantano, como todavía 
hacen en la actualidad. Los signos de eliminación sostenida de bosques y la aparición de 
desagües artificiales en las marismas de los valles, hace unos siete mil años, sitúan en 
ese momento los orígenes de la agricultura en las tierras altas. El polen de especies de 
árboles continuó decreciendo en favor del polen de otras especies hasta hace alrededor 
de mil doscientos años, momento en que aparece la primera gran oleada de polen de 
casuarina casi de forma simultánea en dos valles que distan más de ochocientos 
kilómetros, el valle de Baliem en el oeste y el valle de Wahgi en el este. En la 
actualidad, esos son los valles de las tierras altas que más deforestación han sufrido y 
que soportan las poblaciones humanas más numerosas y de mayor densidad; y es 
probable que esos mismos rasgos se dieran también en esos dos valles hace mil 
doscientos años. 

Si aceptamos que la oleada de polen de casuarina es un indicio del comienzo de la 
silvicultura de casuarina, ¿por qué habría surgido entonces, de forma aparentemente 
independiente, en dos territorios distintos de las tierras altas? En aquella época 
intervinieron dos o tres factores que desencadenaron una crisis de la madera. Uno era el 
avance de la deforestación a medida que la población que cultivaba las tierras altas 
empezó a incrementarse hace siete mil años. Un segundo factor está asociado con una 
gruesa capa de ceniza volcánica, denominada “tefra del Ogowila”, que justo en esa 
época cubrió el este de Nueva Guinea (incluido el valle de Wahgi) pero no fue 
arrastrada por el viento a una zona tan occidental como el valle de Baliem. Aquella tefra 
del Ogowila procedía de una enorme erupción en Long Island, frente a la costa oriental 
de Nueva Guinea. Cuando visité Long Island en 1972 la isla estaba compuesta por un 
anillo de montañas de 26 kilómetros de diámetro en torno a un inmenso hueco ocupado 
por el lago de un cráter, uno de los lagos más grandes de todas las islas del Pacífico. Tal 
como se expuso en el capítulo 2, los nutrientes transportados por este tipo de lluvia de 
cenizas habría estimulado el crecimiento de los cultivos y con ello habría favorecido el 
crecimiento demográfico, lo cual produciría a su vez una cada vez mayor necesidad de 
madera para la construcción y para combustible, y un incremento también de los 
beneficios de descubrir las virtudes de la silvicultura de la casuarina. Por último, si 
podemos extrapolar a Nueva Guinea los registros ocasionales de episodios de El Niño 
manifestados en Perú, la sequía y la escarcha podrían haber constituido un tercer factor 
que presionara a las sociedades de las tierras altas. 

A juzgar por una oleada aún mayor de polen de casuarina hace entre trescientos y 
seiscientos años, los habitantes de las tierras altas pueden haber difundido aún más la 
silvicultura bajo el estímulo de otros dos acontecimientos: la tefra del Tibito, una lluvia 
de cenizas volcánicas que supuso un estímulo para la fertilidad del suelo y el incremento 
de la población humana aún mayor que la tefra del Ogowila. La tefra del Tibito procedía 
también de Long Island y era responsable directa de que la cavidad del lago que vi se 
rellenara; y quizá la llegada en ese momento a las tierras altas de Nueva Guinea de la 
batata andina, la cual permitía que los cultivos rindieran varias veces más lo que rendían 
con anterioridad solo con cultivos autóctonos de Nueva Guinea. Tras su aparición 
inicial en los valles de Wahgi y Baliem, la silvicultura de la casuarina (tal como 
atestiguan los depósitos de polen) se extendió a otras zonas de las tierras altas en 
diferentes momentos posteriores, y no fue adoptada en algunas zonas periféricas hasta 
entrado el siglo XX. Esa extensión de la silvicultura se debió probablemente a la 
difusión del conocimiento de la técnica desde sus dos lugares de invención originarios, 
aunque quizá también se inventó con posterioridad en otras zonas de forma 
independiente. 

He presentado la silvicultura de la casuarina de las tierras altas de Nueva Guinea 
como un ejemplo de resolución de problemas de abajo arriba, aun cuando no existen 
registros escritos en las tierras altas que nos indiquen exactamente cómo se adoptó la 
técnica. Pero es poco probable que se hubiera adoptado mediante alguna otra forma de 
resolución de problemas, ya que las sociedades de las tierras altas de Nueva Guinea 
constituyen un ejemplo ultrademocrático de toma de decisiones de abajo arriba. Hasta la 
llegada de los gobiernos coloniales holandés y australiano, en la década de 1930, no 
había habido el menor atisbo de unificación política en ningún lugar de las tierras altas: 
aldeas estrictamente independientes alternaban la contienda y la constitución de alianzas 
temporales contra otras aldeas próximas. En el seno de cada aldea, en vez de jefes o 
líderes hereditarios solo había unos pocos individuos, denominados “grandes hombres”, 
que por la fuerza de su personalidad eran más influyentes que otros individuos, pero que 
vivían no obstante en chozas iguales a las de los demás y labraban la tierra como 
cualesquiera otros. Las decisiones se tomaban (y a menudo se toman todavía) sentando 
juntos a todos los habitantes de la aldea y hablando, hablando y hablando. Los grandes 
hombres no podían dar órdenes, y podían tener éxito o no a la hora de persuadir a los 
demás de que aceptaran sus propuestas. En la actualidad, para los forasteros 
(incluyéndome no solo a mí, sino a menudo a los propios funcionarios del gobierno de 
Nueva Guinea), ese enfoque de abajo arriba en la toma de decisiones puede resultar 
frustrante, ya que no se puede abordar a algún líder consolidado de una aldea y obtener 
una rápida respuesta a una demanda; es necesaria mucha paciencia para soportar horas o 
días de conversación, conversación y más conversación con todos los aldeanos que 
tengan alguna opinión que aportar. 

Ese debió de ser el contexto en el que se adoptaron en las tierras altas de Nueva 
Guinea la silvicultura de la casuarina y todas las demás prácticas agrícolas útiles. La 
población de cualquier aldea podía ver que la deforestación avanzaba en torno a ellos, 
podían percibir las menores tasas de crecimiento de sus cultivos a medida que los 
huertos perdían la fertilidad desde que fueran despojados inicialmente de árboles, y 
vivieron las consecuencias de la escasez de combustible y madera para la construcción. 
Los habitantes de Nueva Guinea son más curiosos y experimentan mucho más que 
cualquier otro pueblo que yo haya conocido. Cuando en los primeros años de mi 
estancia en Nueva Guinea veía a alguien que había conseguido un lápiz, que entonces 
todavía era un objeto poco familiar, lo podía utilizar para miles de propósitos distintos 
de la escritura: ¿un adorno para el pelo?; ¿una herramienta punzante?; ¿algo para 
mordisquear?; ¿un pendiente largo?; ¿un artefacto con el que atravesar la membrana 
nasal ya perforada? Cada vez que llevaba conmigo a trabajar hasta zonas alejadas de su 
propia aldea a algún habitante de Nueva Guinea, este no paraba de recoger 
constantemente plantas del lugar, preguntando a las personas por los usos que les daban 
y seleccionando algunas de ellas para llevarlas consigo y tratar de cultivarlas en su 
tierra. De manera similar, algún habitante de hace mil doscientos años habría visto 
crecer los plantones de casuarina junto a un arroyo, los habría llevado a su aldea como 
otra planta más con la que experimentar, se habría fijado en los efectos beneficiosos que 
tenía sobre un huerto... y después alguien habría visto esas casuarinas en los huertos y 
habría probado también con los plantones. 

Además de resolver con ello sus problemas de abastecimiento de madera y fertilidad 
del suelo, los habitantes de Nueva Guinea también se enfrentaron a un problema de 
población a medida que la cifra de sus integrantes aumentaba. Ese incremento 
demográfico acabó siendo controlado mediante prácticas que se extienden hasta los 
hijos de muchos de mis amigos de Nueva Guinea; sobre todo la guerra, el infanticidio, 
la utilización de plantas silvestres como anticonceptivos o abortivos o la abstinencia 
sexual y la amenorrea lactante natural que se produce cuando se amamanta a un niño 
durante varios años. Las sociedades de Nueva Guinea evitaron así el destino de la isla 
de Pascua, Mangareva, los mayas, los anasazi y muchas otras sociedades que sufrieron 
deforestación e incremento de la población. Los habitantes de las tierras altas de Nueva 
Guinea consiguieron actuar de forma sostenible durante decenas de miles de años antes 
del origen de la agricultura, y durante otros diez mil años tras el origen de la agricultura, 
a pesar de que los cambios climáticos y los impactos ambientales de los seres humanos 
producían alteraciones constantes en las condiciones. 


Si habéis leído los párrafos marcados en negrita... ¿no os recuerda a lo que propone la permacultura? Pues sí, sí que se ha intentado cultivar la tierra de otras maneras mejores y se ha conseguido.


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Y siguiendo con el hilo de lugares donde nació la agricultura pero mostrando un camino contrario, nos vamos a la meseta de Loess en China (el punto verde más a la derecha del gráfico de arriba). Miles de años de agricultura y pastoreo habían degradado tanto la zona que se había convertido en un desierto. El loess es un suelo suelto que si no tiene cubierta vegetal se desprende con facilidad y la erosión por las lluvias torrenciales había llegado a ser desastrosa. Este documental que he descubierto gracias al blog "Una suerte de tierra" explica cómo se revirtió esta situación.


Lamentablemente, sólo lo he encontrado en inglés, pero ¿cuál es la solución para un problema de desertización a gran escala? Diques de contención del agua, terrazas y árboles, siempre árboles.

Y para acabar vuelvo al pequeño lugar de este planeta que estoy decidida a cuidar... Las laderas de solana (las que dan al sur en el hemisferio norte) son un desierto sin suelo con sólo petaches de cubierta vegetal. Tengo facilidad para ver paisajes e imaginármelos cubiertos de árboles ;)... Aunque estoy segura de que en tiempos pasados no se necesitó de la imaginación, porque por aquí y por allá, aparece la resistencia, árboles que al final han podido prosperar y que esperan pacientemente su momento en tiempos mejores.


Las laderas de solana están de-soladas

A estos árboles aislados les llamo la "resistencia" y a su alrededor siempre hay cubierta vegetal

Las soluciones que conozco para evitar la desertización o, en una octava superior, para dar mayor fertilidad a la tierra, pasan por la plantación de árboles. Hermosos aliados. 

4 comentarios:

  1. Pues sí, la permacultura no es un invento nuevo. Muchas de las técnicas se han usado desde hace siglos. Sin ir más lejos, las "huertas" de mi Galicia natal son una mezcla poco organizada de hortalizas, árboles frutales y de frutos secos y flores por los que andan libres las gallinas. El "cottage garden" inglés era muy similar.

    En cuanto al vídeo, animo a todos a lo que lo vean. Valen los 52 minutos. Lo más alucinante para mi no son las técnicas que se usaron para detener la erosión y regenerar completamente la zona, que al fin y al cabo, se conocen desde hace tiempo, sino la forma en la que implicaron a la población local a gran escala, haciéndolos propietarios del proyecto y su resultado. Creo que podría ser un camino a seguir en el futuro, si conseguimos políticos honestos.

    Y en cuanto a tu tierra, se parece un poco a la mía en la forma: un plato sopero cortado en dos. No te quepa duda de que es el paraíso, el paraíso después de cientos de años de maltrato, pero el paraíso terrenal.

    Un beso,
    Lucía

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    1. Gracias Lucía. Coincidiendo contigo en que la implicación local es absolutamente necesaria a mí me quedó un sabor agridulce, cuando oí el dinero que se había gastado el Banco Mundial en el proyecto. Los seres humanos somos bien cortos de miras… si no vemos un beneficio económico directo, no nos movilizamos…

      Aprovecho para recordar a esta gente de Oaxaca México que sin que nadie externo les organizara ni les pagara, han plantado 4 millones de árboles y hecho a pico y pala cientos de km de zanjas retenedoras de agua (http://elpais.com/diario/2008/06/04/galicia/1212574698_850215.html y http://www.goldmanprize.org/north_america_2008_recipient_spanish ) y después de 25 años de trabajo están empezando a ver los beneficios en su tierra. Pero como no tienen al Banco Mundial detrás, no hay documental… :(

      Pero tampoco quiero ser ingenua, esta gente de México parecen de otro planeta… y es como tú dices, con voluntad de nuestros políticos que organizara a la gente a cuidar su tierra, todo sería más fácil. Aunque tengo la sensación de que al final no nos va a quedar otro remedio que hacerlo…

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  2. Hola Lucía, muy interesante lo que haces. ya han pasado 8 años desde que publicaste esto. Como va tu tierra?, hay cambios? me gustaría saber eso, ya que reforestar también es mi sueño. Saludos Lircai

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    1. Hola! Pocos cambios, mi tierra son suelos pesados, muy arcillosos y a las raíces les cuesta arrancar. Quiero escribir una entrada de cierre para contar cómo están las cosas que planté y las conclusiones y las enseñanzas de todo este proceso. Espero hacerlo este verano. Un abrazo y gracias por la atención.

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